Su aplicación principal es extraer agua de, por ejemplo, pozos, reservorios, fuentes o cisternas a profundidades que, dependiendo del modelo y fabricante, puede llegar hasta más de 30 metros. Están diseñadas con una carcasa especial que las protege de la oxidación y corrosión, y no dependen de la presión del aire para impulsar el líquido, ya que al estar sumergidas pueden transportarlo a mayores distancias.